jueves, 4 de febrero de 2010

Y el tiempo nos dirá...




Algunas veces hay que sentarse a descansar y tomar ciertas decisiones. No resulta un ejercicio sencillo, he de decirlo, pero casi la mayor parte de las cosas de esta índole no suelen serlo. Mas, con el transcurso de las horas de aislado cavilar, aparecen conclusiones hasta el momento ocultas entre la niebla conformada por el frenesí y los momentos de júbilo injustificado que, lamentablemente, nublan los ojos del que aún no aprende a mirar las cosas de la manera “correcta”.

Hay que decidirse, sí, por uno o por otro aspecto, dirimir entre lo que puede ser bueno y lo que puede no serlo. Se trata, pienso, de una maniobra que escapa a la capacidad de los cobardes, que requiere de la gracia (o virtud, si se quiere) de no pensar en futuros arrepentimientos o reflexiones del tipo “si yo hubiese”. Pero no es fácil, insisto, se toman algunas cosas para dejar de lado otras que se pierden inexorablemente. Es triste, si tan sólo fuese posible asirse a las señales más claras sin esperar algunas más sutiles pero más favorables, con el fin de tomar determinado camino a seguir y maneras para recorrerlo, el tránsito de la vida estaría mucho menos obstruido por personas infelices...

(Algo que escribí en octubre del año 2006, no recuerdo porqué, pero que ahora vuelvo a creer.)